desde
que mi madre me regaló las aletas azules con estrellas doradas no me separé
nunca de ellas. al principio mi abuela
se desesperaba cuando me veía aparecer por las mañanas con las aletas para
tomar el desayuno. vova, no puedes empezar a volar ya a estas horas, así no vas
a llegar a ningún lado, me decía. aunque primero intentó disuadirme enseguida se dio cuenta de
que sería imposible. así que decidió hacerme una bolsita con una de sus
maravillosas telas para que yo pudiese llevar mis aletas a todos los
lados. caminar con aletas se hacía un
poco difícil….pero yo no las quería para caminar sino para volar. así que,
obediente, me calzaba mis botas rojas, y guardaba las aletas en la bolsita. eso
sí, aunque no puestas, me las llevaba a la escuela. me daba miedo pensar que
ante un despiste se fueran volando solas...
al
llegar a casa era cuando realmente usaba las aletas. y entonces volaba casi igual que mi madre,
aunque de manera muy diferente, claro.mis hermanas, allochka y klava, me pedían
que les contase los sitios por los que volaba. y yo era capaz de pasarme horas explicándoles
los colores de los diferentes países que veía, las ropas de la gente, la forma
de las casas, el olor de sus árboles…mientras volaba también dibujaba. eso sí,
siempre con las aletas puestas.
aunque
mi madre también les había traído un par de aletas a cada una de mis hermanas la única utilidad que le daban era en verano
cuando íbamos a la casa que la abuela tenía en el mar negro. allí hacíamos carreras para ver quién era la
más rápida en el agua. nos lo pasábamos tan bien como con las carreras que
hacíamos con las gotas de lluvia en los cristales.
poco
a poco me hice una experta en el uso de las aletas. así que mi madre decidió
traerme unas nuevas de cada país que visitaba. llegué a tener más de cincuenta
pares ante la desesperación de mi abuela que se volvía loca haciendo huecos por
todos los armarios de la casa. aunque yo me hice una buena voladora, mi hermana klava era la mejor cazadora de
estrellas que jamás había visto…en las noches de verano era capaz de atrapar más
de una docena. las guardaba todas dentro de un cazamariposas que la abuela le
había comprado en la tienda de la señora katenka, la tienda más bonita del
pueblo con ventanas de madera verde y golondrinas rosas pintadas en el techo.
Bueno... me muerooooo, me chiflaaaa... y esta cazadora de estrellas me tiene boquiabierta.
ResponderEliminarPublicarás un libro ¿no?
Es cierto, escribes muy bien...
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